La tarea constante era desarrollar nuevas actividades promocionales para colocar la mercancía de manera que se percibiera el valor del producto; probaba cosas nuevas; asumía riesgos; y aprendía de cada oportunidad. De hecho, ¡fue el primero que colgó la ropa interior de mujer a la vista de todos! Recuerdo cuando el mismo fundador de la empresa Leon

Sammy no es un hombre de secretos, de intrigas, ni de trampas engañosas. Si él quiere saber algo, primero muestra sus cartas, así su interlocutor esté en el mismo negocio y lo único que espera es un intercambio abierto y honesto.

De la mano de esta convicción estratégica estaba la creatividad. Mi padre se mantenía constantemente en búsqueda de rarezas para mantener al público atento a cada novedad. Así fueron surgiendo campañas y eventos destinados, no solo a promover las ventas, sino a entretener y a enamorar a sus presentes y futuros clientes, lo cual dio unos frutos sorp

A mis extraordinarios hijos, Sophie, Sari y Beto, por darle sentido a mi existencia, y por demostrarme que los valores y la ética sí son transferibles de una generación a otra.

Eran tiempos en los que no existían sistemas de información para conocer de manera certera qué productos tenían mayor demanda, por lo que no era inusual escuchar a mi padre decir: «Más territorio y menos escritorio», una forma de pedirle a su gente que se involucrara con la única realidad del negocio: el piso de ventas, pues este constituía el esce

A los pobres les toca comprar barato, decía, pero a los ricos les encanta hacerlo.

Mi padre insistía en la importancia, no únicamente de satisfacer al cliente, sino de sorprenderlo en grande.

En esos días, en Barranquilla se empezó a acuñar un nuevo término: «viverear», que era, palabras más palabras menos, ir al Vivero a ver qué había, a pasar el rato, a entretenerse en una ciudad todavía joven donde escaseaban aún los espacios públicos para compartir y divertirse en familia. No existían los centros comerciales, que se han vuelto tan h

Tanto nuestros equipos como Sammy y yo éramos conscientes de que los extranjeros lo tenían todo; salvo el conocimiento que tenía ese trabajador que, ya fuera el gerente o el último empleado del piso, tenía ese no sé qué, tan propio del pueblo colombiano. Ese don es el que ha marcado la diferencia; el que, en medio de las dificultades, ha hecho de C