De la mano de esta convicción estratégica estaba la creatividad. Mi padre se mantenía constantemente en búsqueda de rarezas para mantener al público atento a cada novedad. Así fueron surgiendo campañas y eventos destinados, no solo a promover las ventas, sino a entretener y a enamorar a sus presentes y futuros clientes, lo cual dio unos frutos sorp

Eran tiempos en los que no existían sistemas de información para conocer de manera certera qué productos tenían mayor demanda, por lo que no era inusual escuchar a mi padre decir: «Más territorio y menos escritorio», una forma de pedirle a su gente que se involucrara con la única realidad del negocio: el piso de ventas, pues este constituía el esce

La tarea constante era desarrollar nuevas actividades promocionales para colocar la mercancía de manera que se percibiera el valor del producto; probaba cosas nuevas; asumía riesgos; y aprendía de cada oportunidad. De hecho, ¡fue el primero que colgó la ropa interior de mujer a la vista de todos! Recuerdo cuando el mismo fundador de la empresa Leon

Con la competencia en precios bajos creciendo, vino el momento de dar otro paso. Recordé cómo se empezaron a gestar esos momentos de transformación. Con algún síntoma de paranoia, mi padre le preguntaba regularmente a su equipo: «¿Qué podemos hacer diferente? Nos van a copiar, ¿cómo hacemos para mantenernos, para que la gente sepa que nosotros no s

Mi padre insistía en la importancia, no únicamente de satisfacer al cliente, sino de sorprenderlo en grande.

Me viene a la mente una frase de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez: «El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo». Más allá de que Barranquilla fuera efectivamente una ciudad que apenas empezaba a abrirse al desarrollo, relaciono esa frase con lo que pasaba entonces

En esos días, en Barranquilla se empezó a acuñar un nuevo término: «viverear», que era, palabras más palabras menos, ir al Vivero a ver qué había, a pasar el rato, a entretenerse en una ciudad todavía joven donde escaseaban aún los espacios públicos para compartir y divertirse en familia. No existían los centros comerciales, que se han vuelto tan h

El slogan del Comisariato Vivero tiene su propia historia, una anécdota que escuché varias veces y nunca ha dejado de maravillarme. Mi padre asistía con frecuencia a las reuniones de los intelectuales de la época en el emblemático bar La Cueva. Estando un día en compañía de sus escritores amigos Álvaro Cepeda Samudio y Plinio Apuleyo Mendoza, les c

A los pobres les toca comprar barato, decía, pero a los ricos les encanta hacerlo.