“¡No queremos diez de mayo, queremos liberación!”

SEÑORA 3: ¿Y cómo les ha ido? SEÑORA 1: Del cocol. Trabajan dentro y fuera de su casa y, de pilón, cuando se mueran se van a condenar.

No basta adaptarnos a una sociedad que cambia en la superficie y permanece idéntica en la raíz. No basta imitar los modelos que se nos proponen y que son la respuesta a otras circunstancias que las nuestras. No basta siquiera descubrir lo que somos. Hay que inventarnos.

Según Engels, en su opúsculo El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, la condición de la mujer no es más que una superestructura de la organización económica y de la forma de distribución de la riqueza.

contra la abnegación de las madres; contra la virtud de las esposas; contra la castidad de las novias; es decir, contra nuestros atributos proverbiales, atributos en los que se fincan nuestras instituciones más sólidas: la familia, la religión, la patria.

Somos unas esclavas del salón de belleza, de los tubos y las anchoas, de la pintura para el pelo, de las mascarillas de lodo rejuvenecedor y de la dieta de calorías y… SEÑORA 3: ¡Vamos a luchar por una sociedad sin maquillaje! LUPITA: ¿A qué hombre agradaríamos así? SEÑORA 4: ¿Se trata de agradar siempre a los hombres?

la medida más segura, lo he sostenido siempre, es mantener al pueblo en la ignorancia. Si usted fuera tan celoso de su rebaño como yo lo soy del mío, no tendríamos estos dolores de cabeza.

JOSEFA: No va a ser difícil. ¡Somos tan pocas las mujeres mexicanas que hemos pasado a la historia! SOR JUANA: Va a ser difícil. Porque nos hicieron pasar bajo las horcas caudinas de una versión estereotipada y oficial. Y ahora vamos a presentarnos como lo que fuimos. O, por lo menos, como lo que creemos que fuimos.

la Malinche, Sor Juana, doña Josefa Ortiz de Domínguez, la Emperatriz Carlota, Rosario de la Peña y la Adelita.