Mi placer no es suave.

Es una grieta que pide ser abierta con las manos.

Es un altar donde me encadenan a mí misma.

A veces no sentir es la forma más profunda de haber sentido demasiado.

¿Cómo va a florecer el cuerpo

si siempre se siente observado, contenido, invadido?

¿Cómo va a prenderse el fuego

si ni siquiera puede apagarse la luz sin pedir permiso?

Ya que el cuerpo no puede explorarse aún, hagamos que el deseo se aloje en el lenguaje. Un diario de fantasías, de escenas. No para excitarte, sino para mantener viva la chispa del autoconocimiento.

El deseo no quiere testigos.

Quiere territorio, quiere sombra, quiere la posibilidad de desaparecer un rato del mundo.

Tu mente aprendió a protegerte tan bien,

que incluso del deseo te defiende.

“Hay una parte de mí que anhela que me quiebren las estructuras.

Que el deseo no sea tierno, sino absoluto.

No pido flores. Pido que me arranquen el alma con las manos,

y me la devuelvan como quien devuelve un poema.”