He experimentado con la IA en todos los aspectos de mi escritura para entenderla. He comprobado que es más útil en las fases de upstream y downstream. Upstream, cuando tengo una idea, puedo usar una herramienta como ChatGPT para descargar parte de la carga cognitiva. En lugar de limitarme a escribir notas, puedo mantener una conversación de ida y vuelta que extrae la esencia de un pensamiento desordenado. Esto me ayuda a destilar una idea o, a veces, darme cuenta de que no es tan interesante. El riesgo es que obtienes la dopamina de hablar sobre una idea y luego pierdes el impulso de realmente escribir. Escribí sobre esto en un texto acerca de cómo el “doom prompting” es el nuevo “doom scrolling”.

Y luego, downstream, cuando ya tengo un borrador, puedo usar una herramienta de IA como un editor útil. Puedo pedirle que revise mi trabajo o incluso que actúe como una persona concreta para obtener una crítica. Esto es muy útil, pero como con cualquier retroalimentación, no puedes aceptar demasiadas sugerencias. Tienes que confiar en tu propia voz e intuición.

La IA no es muy buena en ese terreno intermedio y desordenado, donde estás tratando de aclarar las cosas. Si le pido que cree un primer borrador, me dará algo, pero no soy yo. El prompt tendría que ser demasiado amplio para capturar todo el contexto y la voz que tengo en la cabeza. Empezar a partir de algo que no es tu propia voz puede descarrilar el proceso y puedes acabar iterando sin llegar a ninguna parte.

Forma parte del instinto humano saber qué hace que una relación o una respuesta sea humana. No siempre es predecible; está llena de sesgos, transferencia y emoción. Es una vía de doble sentido. Las personas no siempre dicen que sí; reaccionan, se resisten y hacen preguntas. Esa bidireccionalidad es algo que percibimos instintivamente, y a menudo no existe en las interacciones con la IA. Hasta que la IA cruce esa línea en la que la gente no pueda distinguir la diferencia, siempre sentirás que la controlas, no que participas en una situación mutua, y la vida humana depende de la mutualidad.

Apuesto a que los próximos cinco años no se sentirán tan dramáticos como los últimos tres. Asimilaremos los avances de hoy, nos acomodaremos en mesetas y luego daremos saltos adelante en cambios repentinos. La nueva tecnología parece magia, pero nos acostumbramos a ella en una o dos semanas; es como si olvidáramos la revelación y simplemente se volviera la situación habitual. Dentro de diez años, gran parte de la vida se verá igual. Seguiremos siendo nosotros mismos, solo con más apalancamiento en las manos, y con suerte con la salud como el área de mayor progreso. No estoy convencido de que el progreso siga moviéndose de forma exponencial o siquiera en línea recta. Lo más probable es que se aplane y luego salte. Espero que los mayores saltos se den en la ciencia y la robótica —cambios en el mundo físico.