El amor en los tiempos del cólera (Spanish Edition)

Pero ésta no se tenía como un ser vivo, sino más bien como un amuleto mineral para la buena suerte, del que nunca se sabía a ciencia cierta por dónde andaba.

Pero si algo habían aprendido juntos era que la sabiduría nos llega cuando ya no sirve para nada.

Sus amores eran lentos y difíciles, perturbados a menudo por presagios siniestros, y la vida les parecía interminable.

De todos modos le costaba trabajo entender que dos adultos libres y sin pasado, al margen de los prejuicios de una sociedad ensimismada, hubieran elegido el azar de los amores prohibidos.

—Tenía entendido que este hombre era un santo —dijo. —Algo todavía más raro —dijo el doctor Urbino—: un santo ateo. Pero esos son asuntos de Dios.

«Cada quien es dueño de su propia muerte, y lo único que podemos hacer, llegada la hora, es ayudarlo a morir sin miedo ni dolor».