hay que cuidar el modo en que el síntoma se dice, porque muchas veces su objetivación produce un aplastamiento del acto de palabra

En el fantasma que produce cierto placer y un plus de sentido, vemos también una defensa contra la angustia del todo legítima; no la discutimos ni pretendemos que haya otra mejor, porque nuestra tarea es con ella, a partir de ella.

Tomando en cuenta que se trata de asumir que la nuestra es una clínica bajo transferencia en todo momento, desde el principio y no al cabo de unos meses, ni de un año, sino de entrada, se trata de descubrir que esto, lejos de ser un inconveniente, constituye un elemento diferencial del psicoanálisis.

Si el psicoanálisis puede ayudar a alguien que siente en este punto una división que lo cuestiona profundamente, es protegiéndolo de la prisa por decidir, del empuje a actuar –cada vez más promovido por un amplio coro de entusiastas– y también de la ilusión de que una elección en términos de cambio de género es siempre la solución y carece de probl

No, la interpretación se separa de eso, de ahí que Lacan diga que en ese momento el analista no piensa.

«También el delirio [además de las religiones] contiene su grano de verdad y el convencimiento del enfermo desborda desde esa verdad hacia su envoltura delirante».

Este tipo de estructura que surge muy cercana al síntoma cristaliza en momentos aislados. Es algo que irrumpe, es una cierta discontinuidad en la biografía, siempre ligada a la contingencia.

Lo sepa o no, el ser humano siempre está hablando de las difíciles nupcias del goce del cuerpo con el amor.

Freud dijo alguna vez que la neurosis es la religión particular de cada uno. O sea, como toda religión, un montaje, sin darle a este término una connotación negativa, sólo la de algo montado a base de piezas –más sueltas de lo que parece– y que funciona.